Es la única expresión que se me ocurre tras ver un mensaje enviado por un compañero de carrera, tan jubilado como yo por tanto, mensaje en el que en esa red social antes llamada Twiter y ahora X, al parecer, red en la que nunca entré ni pienso entrar, un repugnante individuo teóricamente periodista de la cadena SER (y digo teóricamente porque no se identifica, tan solo se ve en las imágenes el rótulo SER) se dirige a un grupo de personas sentadas en lo que parece un habitáculo en el interior de esa emisora, diciéndo: «Abogados cristianos, hola, ¿qué tal? (saludando con la mano en alto), toda esta gente que estamos aquí, Abogados cristianos, tenemos un deseo que es llenar de dinamita la cruz del Valle de los Caídos y volarla por los aires (su auditorio se troncha de risa…), si puede ser un domingo mejor para que vaya más gente…», prefiero no seguir porque me da asco.
Ese individuo no debe tener, por su aspecto, más de 50 años, y el público que reía sus gracias parecía andar entre los veintitantos y los 30, por tanto ni uno ni los otros habían tenido la desgracia de vivir la desgraciada Guerra Civil, ni vivir o conocer de primera mano cómo y por qué se construyó el Valle de los Caídos. Sí en cambio han conocido, gracias en primer lugar al infausto Zapatero, íntimo de Maduro, y actualmente al insigne mentiroso que se vendió por siete votos para ser Presidente, y con ellos la gran mentira de la llamada Memoria Histórica que, en realidad, debiera llamarse Desmemoria Histórica.
Yo tampoco viví la Guerra Civil, nací en 1946 por lo que la guerra fratricida entre españoles había finalizado, afortunadamente, siete años antes de que yo viese la luz en España. Como ya cité en un capítulo de este blog, al hermano mayor de mi padre le asesinó un falangista en la noche del 19 al 20 de agosto de 1936, es decir poco después de comenzada esa guerra. Y, como también cité, fue mi padre casi recién licenciado como médico el que acudió a una cuneta de Cacheiras a reconocer el cadáver de su hermano. Pese a ello, me crié como prácticamente todos los de mi generación al margen de odios y rencores, y como todos nosotros contribuí y trato de seguir haciéndolo, al crecimiento de este país. Pero la Ley de Desmemoria Histórica pretende hacernos ver, no a nosotros ya, sino a nuestros hijos y más aún a nuestros nietos, que los desgraciados hechos de aquellos tiempos solamente se produjeron en una dirección (a buen entendedor sobran palabras), olvidando o pretendiendo que se olvide la quema de conventos, los miles de asesinatos de inocentes, curas, monjas, o personas que tenían ideas distintas a las que promulgaba el asesino intelectual Largo Caballero, entre otros. En este sentido quiero recordar, de nuevo, aunque no lo viví pero me lo contó su hija hace ya muchos años en Madrid, el asesinato en Paracuellos de dos tíos maternos por las huestes de Carrillo. O sea, asesinatos por ambos lados que, con otros múltiples hechos desgraciados, acabaron culminando en la desgraciada Guerra Civil. Algo ahora «olvidado» por los que siguen las «verdades» Zapatero-Sanchistas. Si la Guerra fue algo muy triste esto último igualmente lo es, o quizás incluso más porque puede ser el desencadenante de una nueva contienda.
Pero volvamos al principio. Conocí personalmente el Valle de los Caídos a los 8-9 años de edad. Allí nos habían llevado, al segundo de mis hermanos y a mí, mis padres en un viaje para conocer Madrid. Y todavía hoy puedo recordar, casi 70 años después, lo que me impactó aquel lugar, por su increíble arquitectura, y por el hecho, según me refirió mi padre, de que aquella majestuosidad se había construido por ex-combatientes de ambos bandos con el objetivo de que siempre España recordase lo ocurrido para que no volviese a suceder y, más impactante si cabe, para dar sepultura a combatientes de uno y otro bando fallecidos en la guerra entre hermanos de sangre. Miles de sepulturas, supongo, porque no las ví, que ahora pretenden ser descubiertas para identificar a los cadáveres allí guardados. Un hecho de perdón y olvido y respeto para los que fallecieron porque les obligaron, en muchos casos, a defender una causa y unas ideas en las que seguramente muchos no creían (de uno y otro lado); un hecho, la construcción del Valle y el respeto a las sepulturas digno de todos los elogios y no de las estupideces que pretenden hacernos vivir y creer y que asquerosamente, en plan gracioso, ahora plantea ese citado estúpido periodista de la SER (si es que en realidad lo es).
Puedo decir todo esto, claro y bien alto, para quien quiera leerlo porque no tengo reparos ni nunca los tuve en mostrar mis ideas, ideas que son tan solo mías, no de ningún partido político a los que no estoy afiliado.
Y para finalizar es una pena que ese periodista que tanto alardea bravamente no se vaya, con otra mucha gente que habla igual, incluso diputados/as, a vivir o pasar una temporada en países como Corea del Norte, o predique un ataque, de la misma forma que ahora lo hizo, a monumentos islámicos y sus seguidores. ¿Sería capaz?, no lo creo.
Qué asco…
Jesús Devesa