La Universidad actual ya no es lo que era. Qué desgracia.


Con sorpresa y desagrado he leído ayer que en su día el Rector de la Universidad Complutense de Madrid, en tiempos una Universidad más que prestigiosa, acudió a una llamada de una «asesora» de Doña Begoña Gómez, a La Moncloa, para ser recibido por la citada esposa del Presidente y establecer con ésta, o algo así, la creación de una cátedra para ella en la que era prestigiosa Universidad. La lectura de este hecho, basado al parecer en las declaraciones que el propio rector realizó ante el juez que investiga a la Sra. Gómez, me dejó de piedra. Quien lea esto se preguntará el por qué hago estas afirmaciones, por ello lo voy a explicar aunque igual resulte difícil de entender para los que viven estos tiempos y no los de hace unos años.

Acabé la carrera de Medicina en Santiago de Compostela en junio de 1970, tras haber sido alumno interno por oposición en el Departamento de Fisiología y Bioquímica en los cursos 5º y 6º de la carrera. En septiembre de 1970, o sea tres meses después de acabar los estudios universitarios, el Jefe del Departamento, el inolvidable Profesor Don Ramón Domínguez me nombró Profesor Ayudante y me encargó la explicación de la asignatura de Bioquímica a los alumnos de primer curso. Ahí empezó mi carrera universitaria, en la que acabé siendo Catedrático y ya jubilado Profesor Ad Honorem. Relato todo esto para que se entienda bien lo que voy a escribir a continuación.

En esos largos 45 años en la Universidad, el Rector y todo el equipo rectoral en general, tanto en esta Universidad como en la de Granada donde también estuve un año como profesor invitado, eran figuras absolutamente respetadas, por todos, profesores y alumnos. Tan respetadas, como debe ser, que en raras ocasiones tenías oportunidad de hablar con ellos. En mi caso, por ejemplo, tan solo en dos ocasiones a lo largo de esos 45 años, hablé con dos de los Rectores, el Profesor Suárez Núñez y el Profesor Casares Long; en ambos casos tras haber sido llamado por ellos para resolver asuntos académicos. Jamás se me hubiera ocurrido, ni a mí ni a nadie, supongo, llamar a alguno de los Rectores para plantearles algo, y mucho menos hacerlo a través de un o una ayudante, que a mayores era una asesora pública del Presidente, pagada por todos los españoles, y todavía menos para que acudiesen a mi domicilio para mantener una conversación, y mucho menos aún para en esa conversación plantearle al Rector que me crease una cátedra. Sin embargo esto es lo que, al parecer, el Sr. Goyache declaró que ocurrió en el caso de la cátedra de la Sra. Gómez. Me parece increíble, por uno y por la otra, aunque estimo que es mucho más grave, por inconcebible, que el Rector de la UCM acudiese a esa llamada y crease esa cátedra para una persona que, con todos los respetos, carece de curriculum y carece de algún tipo de licenciatura, algo que para los que hemos tenido que hacer duras oposiciones para acceder a un puesto universitario resulta inadmisible. No lo entiendo, y todo ello me suena mal sin que pueda precisar qué se pretendía en el caso del Sr. Rector.

Desconozco, y no me importa el averiguarlo, si el citado Rector de la Complutense es el mismo que hace pocos años autorizó el que se «defendiese» la presunta Tesis del esposo de la Sra. Gómez, y digo presunta por la serie de irregularidades académicas en las que esa «defensa» ocurrió. Y no hablo de que fuese plagiada, porque no lo conozco, pero sí del hecho de que la Presidenta del Tribunal juzgador fuese la Directora de la Tesis, algo que hasta ahora, que yo sepa, era prohibido, como también era prohibido el que al menos dos de los miembros del Tribunal hubiesen defendido su Tesis Doctoral en un período de tiempo inferior a los seis meses reglamentarios para que pudiesen ser miembros juzgadores. Pero no, nada de nada, ni el Rector ni la Comisión de Doctorado dijeron una palabra ni tumbaron el presunto doctorado del esposo de la Sra. Gómez, algo que ya en su día, hace tres años más o menos, hice notar públicamente.

En mis tiempos la Universidad era un ente sagrado o poco menos. Recuerdo que el coste de la matrícula en un curso de la carrera, en Medicina al menos, era de 9.000 pesetas (mucho dinero en aquél entonces) de las que el alumno pagaba 1.000 y el resto corría a cargo del Estado. De esta forma se hacía más factible el que muchos alumnos sin recursos económicos pudiesen realizar estudios superiores. No sé cuál es la situación actual, pero si es similar a lo que ocurría cuando yo estudié, está claro que el Estado, o sea nosotros, los que con nuestros impuestos contribuimos a que muchos puedan obtener títulos superiores, se hace cargo de que ello pueda ser así. Por eso tampoco entiendo el que se permita, como ha venido ocurriendo en los últimos meses, el que una serie de Universidades hayan tenido que interrumpir clases y exámenes porque una serie de supuestos defensores de Hamás (aunque afirman serlo del pueblo palestino) hayan bloqueado mediante acampadas en lo que antes eran recintos sagrados, en los que ni la Policía podía entrar salvo un permiso especial del Rector, los estudios y exámenes de los que realmente eran universitarios que buscaban estudiar y obtener un grado universitario. Y eso, ese bloqueo, lo pagamos todos, una vez más con nuestros impuestos.

Quizás por todo ello, el Sr. Presidente ha anunciado que va a promulgar un decreto ley de «Regeneración Democrática», algo que aplaudo porque a la vista de lo que acabo de describir falta nos hace, a nosotros y a nuestro país.

Jesús Devesa


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