Identidad sexual: ¿un deseo o una condición impuesta?


Ayer tuve el gusto de ver y escuchar en TV a una joven abogada penal, también redactora en un importante periódico, hablando acerca de la identidad sexual, la Ley Trans y los problemas que ésta comporta o puede comportar. Me llamó particularmente la atención el que se declarase feminista y de izquierdas, algo que, aparentemente parecía contrario a todo lo que con suma claridad expresó en su disertación de unos 30 minutos. Antes de empezar quiero afirmar aquí que estoy completamente de acuerdo con casi todo lo que expuso, ya que, entre otras cosas, muchas de sus afirmaciones lo fueron también mías cuando hace ya unos años explicaba el desarrollo sexual fetal en la Facultad de Medicina.

Desde un punto de vista genético solamente existen dos sexos, determinados por los cromosomas sexuales presentes en el feto: XX, femenino o mujer, y XY, masculino o varón. La presencia del cromosoma Y va a determinar, indefectiblemente, el que el feto sea de sexo masculino, mientras que su ausencia (XX) va a determinar el que el desarrollo sea femenino. Ello es lógico, ya que si así no ocurriese no habría posibilidad de reproducción y el resultado sería la extinción de la especie. No voy a entrar en detalles anatomo-fisiológicos que puedan dificultar la comprensión de lo que pretendo transmitir. XX o XY, hembra o macho, mujer u hombre, condicionados ya desde la concepción. Sin embargo, este concepto clásico y ampliamente estudiado experimentalmente desde mediados del siglo pasado, adquiere múltiples matices a medida que los estudios científicos utilizan métodos mucho más sofisticados que aquellos de los que se disponía años atrás, como son el análisis genético, las resonancias magnéticas funcionales, el análisis de la microbiota de la gestante, etc. Estudios que van permitiendo comprender como y por qué el sexo genético no siempre implica indefectiblemente un comportamiento sexual acorde con lo que los cromosomas sexuales de la persona en cuestión determinarían.

El tema es realmente complejo y como ejemplo de esta complejidad voy a describir someramente un caso que tuve la oportunidad de ver en la consulta hace unos 7 años. El paciente era un varón, de 27 años, que consultaba por una afectación medular. Al explorarle me llamó la atención el tamaño de sus órganos sexuales, un pene y unos testículos equivalentes a los que podría tener un recién nacido masculino o incluso menos. Se trata de un claro hipogonadismo, pensé, pero no era ese el motivo de la consulta, por lo que finalizada ésta se lo comenté al padre, médico también, y éste para mi sorpresa me dijo «Es que genéticamente es XX», o sea mujer. Sin embargo tenía órganos sexuales masculinos, tenía novia y no se había sometido a ningún tipo de cirugía o tratamiento hormonal. ¿Cómo se explica todo ello?. Ni lo supe entonces ni lo sé ahora, y ni lo entendí ni lo entiendo, dada la gran especificidad que durante el desarrollo fetal tienen la formación de ovarios o pene y testículos.

Vayamos entonces a lo que en el momento actual sabemos en base a esos múltiples desarrollos tecnológicos y análisis de miles de casos en todo el mundo.

Un hecho parece estar claro, al menos considerando los miles de casos analizados, incluso post-mortem, en USA, Dinamarca, Suecia, Holanda y China, por citar tan solo los países en donde más estudios de todo tipo se han realizado. El hecho que citamos es el que el cerebro del hombre y el de la mujer presentan significativas diferencias, sobre todo en la adolescencia y juventud. El volumen del cerebro del hombre es mayor que el de la mujer, como lo es también el número de neuronas. ¿Significa esto más capacidad intelectual?. Pues no, hay zonas cerebrales más desarrolladas en la mujer que en el hombre, al igual que otras lo están en éste. Zonas involucradas en la conducta, memoria, impulsividad…, el tema es tan amplio y complejo que no vale la pena profundizar en él aquí y ahora, pero si alguien está interesado le puedo pasar la información científica existente.

¿Y cómo se produce, la identidad de género, es decir la percepción de un individuo de ser hombre o mujer, y la orientación sexual (heterosexualidad, homosexualidad o bisexualidad?.

Pues todo ello está programado en nuestro cerebro durante el desarrollo temprano. Durante el período intrauterino en la segunda mitad del embarazo, una oleada de testosterona masculiniza el cerebro fetal masculino (XY). Si tal aumento de testosterona no ocurre, esto dará como resultado un cerebro femenino. Dado que la diferenciación sexual del cerebro tiene lugar en una etapa mucho más avanzada del desarrollo que la diferenciación sexual de los genitales, estos dos procesos pueden verse influídos de forma independiente y pueden dar lugar a disforia de género (Transexualidad). La naturaleza produce una gran variabilidad para todos los aspectos de la diferenciación sexual del cerebro. De hecho se han identificado trastornos de la identidad sexual en unas 500 especies animales, aunque su prevalencia es muy inferior a la que se da en nuestra especie.

Los mecanismos involucrados en la diferenciación sexual del cerebro incluyen hormonas, genética, epigenética, disruptores endocrinos, respuesta inmune y autoorganización. Además, existen diferencias estructurales y funcionales en el hipotálamo relacionadas con la disforia de género y la orientación sexual. Todas las observaciones genéticas, post mortem e in vivo respaldan la teoría neurobiológica sobre el origen de la disforia de género, es decir, son los tamaños de las estructuras cerebrales, el número de neuronas, la composición molecular, las funciones y la conectividad de las estructuras cerebrales lo que determina nuestra identidad de género u orientación sexual. No hay evidencia de que el entorno social postnatal de una persona desempeñe un papel crucial en el desarrollo de la identidad de género o la orientación sexual.

¿Qué conclusiones podemos obtener de todo esto?. Pues básicamente una: no somos homosexuales o transexuales porque el entorno social nos lleve a ello o que tomemos esa decisión libremente. Lo vamos a ser porque el desarrollo cerebral fetal lo ha condicionado irreversiblemente. No tiene sentido, por tanto, el que existan países en los que la homosexualidad sea severamente castigada, o existan «centros» para revertirla, porque es imposible. Conmigo han trabajado, en la Universidad, en mi domicilio y en mi centro de trabajo homosexuales de ambos sexos, sin problema alguno. Pero hay más, en un momento en el que en varios países, el nuestro incluído, se ha aprobado el cambio voluntario de sexo (Ley Trans)a partir de una determinada edad, sería sumamente útil para evitar el sufrimiento de los niños y niñas que se sienten de otro sexo el que pudiésemos conocer de forma temprana el que ello no es un capricho o una moda si no una necesidad impuesta por la expresión de determinados genes u otros factores (que habría que conocer y estudiar) al margen de lo que los cromosomas sexuales dicen.

Espero que todo ello se haya entendido correctamente. Respeto a los homosexuales como a los heterosexuales, aunque en absoluto me gustan esas manifestaciones de «Orgullo Gay». Es como si se nos ocurriese celebrar el día del Orgullo de padecer una patología por ejemplo. No tiene sentido. Respetemos a los homosexuales y transexuales porque no lo son por decisión propia, pese a lo que se pretenda transmitir desde determinados grupos políticos. Y un último dato importante, las estadísticas reflejan que en un 38% de las mujeres homosexuales (no me gusta el término lesbianas) acaba produciéndose esquizofrenia, algo aún peor.



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