Evidentemente no soy político, ni quiero serlo, pero soy persona y trabajo y he trabajado mucho más, con certeza, que la gran mayoría de los que nos «gobiernan» (a día de hoy). Pero si las «incidencias» y «cambios de opinión», que no mentiras, del Presidente me ponen enfermo (como a muchos) más aún me escandalizan, por decirlo de manera suave, las propuestas y actuaciones disparatadas de mi paisana Yolanda. Y digo paisana con dolor porque en Galicia somos diferentes, no disparatados.
Todo esto me sale porque acabo de leer dos propuestas de la insigne y chulísima Vicepresidenta, que rompen los moldes del disparate. Una de ellas es la de reducir la semana laboral a 32 horas, ¿por qué no vivir del cuento?; la otra la de «expulsar a los periodistas que manipulen y desinformen de su profesión». ¿Cómo es posible que diga todo esto alguien que toda su vida se ha dedicado, por lo que se comenta, a traicionar a quien la encumbraba, a autoduplicarse el sueldo (con gran cabreo de su padre) cuando ejercía de concejala, a vivir del cuento en un lujoso piso de 420 m2 que pagamos todos, en el que ni paga electricidad ni servicios, a cambiar cada día de look y traje (horteras como ellos solos desde luego), a mirar continuamente a diestra y siniestra, cuando está en un grupo, para ver quién está pendiente de ella y quién no, a decir cosas sin sentido cada vez que habla en público (frases incoherentes a las que por más que busques no le encuentras significado) o cometer errores gramaticales, chulísimos eso sí, tales como comenzar dirigiéndose al público con: «Autoridades y autoridadas…», por poner tan solo uno de los múltiples ejemplos.
¿Qué autoridad moral puede tener quien toda su vida política, ya que como abogada no tenía presente ni futuro, se ha dedicado a traicionar a los que la encumbraban creyendo en sus falsedades?. Beiras, un hombre de extraordinaria valía intelectual, al que traicionó cuando vió que bajo su tutela ya no llegaba a nada; Pablo Iglesias, con quien no comulgo, pero quien la hizo Vicepresidenta, al que le paga inhabilitando políticamente a su pareja Irene Montero. Y estos son solo dos ejemplos, uno pasado y otro reciente, de los avatares políticos de esta persona que a los 4 años lloró cuando Carrillo le dio dos besos (menuda memoria, yo no recuerdo nada o muy poco de mi vida a los 4 años y desde luego no recordaría los besos de Carrillo).
Pero volvamos a las propuestas: 32 horas laborables por semana, pero igual salario, supongo. ¿Qué empresas pueden permitírselo o es que la diferencia la va a abonar el Estado, o sea los que pagamos impuestos una y otra vez?. Expulsión de periodistas: ¿va a ser la señora Díaz un juez supremo y único?. ¿No sería más lógico el decir que esos periodistas difamadores serían denunciados y juzgados por quienes realmente tienen poderes y atributos para hacerlo?. Y ya para terminar una tercera propuesta tan disparatada como las anteriores: 20.000 euros para los jóvenes que cumplan 18 años, a cobrar, eso sí, cinco años después a los 23 (quizás para que le toque hacerlo a otro nuevo Gobierno, qué fácil es el prometer así); pero además, ¿para qué y si realmente es una medida eficaz por qué no la tomaron antes en vez de recurrir ahora a un señuelo electoral?.
En fin, habría mucho que hablar acerca de los cambios, argucias y triquiñuelas de esta señora, pero no vale la pena. Solo me duele que haya nacido en Galicia, porque los gallegos no somos así, pese a que ella haga cien mil piruetas por enfangarnos.
Suerte, señora Díaz, si obtiene usted 0 votos todos le estaremos agradecidos y olvidaremos sus «chulísimas trapalladas». Una aclaración final, todas ellas no son resultado de la Matria, sino de la Disparatia.