Supongo que no es habitual el describir historias de salud referidas a uno mismo, a nadie le importa, pero en este caso me veo en la obligación moral y sentimental de hacerlo para dar las gracias públicamente a quienes me han salvado la vida, literalmente, y han hecho que 8 días de suplicio hayan culminado felizmente.
La historia empezó hace 15 o 20 días, más o menos. No me sentía bien, dolores de garganta, musculares que aparecían y se iban, analgésicos, sedantes, pero la historia continuaba aunque con períodos de tranquilidad. El 13 por la noche comencé de pronto a notar que cada vez me costaba más y más el respirar, realmente angustioso. Se lo dije a mi esposa, ya en un estado prácticamente inaguantable y le pedí que me llevase al Hospital. Al verme llamó urgentemente a una Ambulancia, del 061. Tardaron unos 20 minutos en llegar, mientras una muy amable señorita se mantenía al teléfono preguntando si había cambios y pidiendo que no me moviese. Los 20 minutos son la consecuencia de que el Centro de Ambulancias está en La Estrada, a unos 25 kms de donde yo vivo.
Al fin llegó la ambulancia, cuando pensaba que ya no me iba a dar tiempo para continuar en este mundo, y rápida y eficazmente me hicieron un electro, me inyectaron un diurético y me colocaron una mascarilla con oxígeno a alta saturación, supongo, y me trasladaron al Hospital. Ya en el camino, en el interior de la Ambulancia comencé a tranquilizarme, supongo que no solo porque empecé a sentirme mejor si no también porque veía y sentía la alta profesionalidad y buen trato que todos los que en ella iban me dispensaban.
Llegamos al Hospital Universitario de Santiago y rápidamente me ingresaron en críticos. Y allí de nuevo todas las atenciones, rápidas y eficaces, por parte de médicos, enfermeras y auxiliares. Me llamó la atención lo rápido y seguro que actuaban incluso cuando me insertaron cantidad de conexiones arteriales y venosas para medir la saturación de oxígeno, sobre todo, y hacer una serie de analíticas. Saturación de oxígeno que estaba, a nivel arterial en 63%, algo casi incompatible con la vida. Al cabo de unas horas, salvada la extrema gravedad inicial, me pasaron a la Unidad de Críticos en coronarias. Una habitación grande con una única cama, como están todas en esa Unidad. allí me vigiló toda la noche una enfermera, cuyo nombre no recuerdo, sumamente complaciente y cariñosa.
Para no alargar todo ésto, que en realidad no es el motivo de este escrito, al cabo de 3 días me pasaron a planta, a la unidad de Intermedios con Insuficiencia Cardíaca. Y allí de nuevo máxima atención y amabilidad. Los médicos muy jóvenes, pero muy preparados y con respuestas para casi todo lo que preguntaba. Y digo para casi todo lo que preguntaba porque no se acabó sabiendo cuál había sido el factor desencadenante del cuadro que había culminado en edema agudo de pulmón y marcada insuficiencia cardíaca. Las analíticas indicaban infección, pero tampoco estaban disparatadas. Las radiografías de tórax eran difusas, nada claras tampoco respecto a cuál podría haber sido el factor desencadenante. Pero bueno, lo importante, tras verme también jóvenes y muy preparados neumólogos, es que a los 8 días me dieron el alta, con importante medicación eso sí, pero alta al fin y al cabo.
¿Y por qué escribo aquí todo ésto?. Pues en primer lugar porque quiero agradecer y manifestar públicamente la extraordinaria atención, médica y humana, por parte del personal del Servicio de Cardiología del Clínico Universitario de Santiago; todos, sin excepción. Médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y celadoras. Pero también quiero poner de relieve algo que comenté con algunos de los médicos y que creo que hay que corregir de inmediato porque va en detrimento de la calidad asistencial con la consiguiente posible repercusión sobre la salud y evolución de los pacientes, máxime cuando se trata de pacientes graves y con salud muy deteriorada.
Me explico. Cuando me subieron a la planta de Intermedios de Insuficiencia Cardíaca me encontré con que en la habitación había tres camas, ocupadas por enfermos graves, cuando las habitaciones iniciales habían sido diseñadas para dos camas. No había espacio…, pero lo grande no era eso si no que en la habitación había once personas, visitantes, hablando a voz en grito (parecía una competición) o hablando por teléfono con el exterior. Ya llegó un momento, con la tensión que me generaba, que dije que era médico y que las normas decían que por cada paciente solo podía acudir una visita, y que si querían hablar por teléfono que se fuesen al pasillo o a la sala de visitas. Todos se quedaron serios y, afortunadamente, salieron y no se volvió a repetir mientras estuve ingresado. Pero de noche, en los pasillos se oían voces, a todo volumen, llamadas, ruidos, todo ello de visitantes.
Bien, digo todo esto porque creo que las direcciones de los Hospitales debieran tomar medidas respecto a estas situaciones. De hecho se lo dije a una enfermera y me dio la razón, pero añadió que «no podían hacer nada». Y eso que estamos en tiempo de gripe A, COVID de nuevo y todo tipo de virus, pues bien muy pocos de los visitantes llevaban mascarilla.
¿Cuándo se corregirá todo este disparate?.