Tras el insólito reconocimiento, unipersonal y quién sabe por qué motivado, del Sahara occidental como territorio perteneciente a Marruecos privando de su legitimidad territorial al pueblo saharaui, efectuada por nuestro ínclito Presidente del Gobierno (por ahora…), sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo (aunque no puede excluirse a éste), ni comunicárselo o consultarlo con el Consejo de Ministros ni el Rey, poco tardó Marruecos en comenzar a afirmar que Ceuta y Melilla eran territorio marroquí. La última de estas afirmaciones tuvo lugar hace un par de días y aunque no soy político ni entiendo de esas historias no me cabe duda de que en algún momento, quizás no lejano, esos planteamientos acaben convirtiéndose en realidad, pese a que son muchos ya los siglos que han pasado desde que ambas ciudades se establecieron como territorio español, cuando aún no existía el Reino de Marruecos. Y ante todo esto me vino a la cabeza el recuerdo de una situación vivida personalmente en Marrakech en Diciembre de 1989.
Por aquel entonces yo era asesor científico internacional para la hormona de crecimiento (GH) de la farmacéutica (Serono, actualmente Merck-Serono) que fabricaba la única GH idéntica a la humana, en el sentido de que se producía a partir de células de mamífero capaces de hacer el procesamiento post-transcripcional que en el hombre ocurre, a diferencia de cualquier otra de las GH existentes en el mercado ya que éstas eran obtenidas a partir de bacterias (E. Coli) incapaces de realizar este tipo de procesamiento, lo que no implica que su efecto sobre el crecimiento del organismo y otros efectos que la GH induce fuesen diferentes, al menos hasta lo que hoy conocemos.
Como asesor científico para esta hormona, prácticamente recién existente en el mercado, la farmacéutica productora me invitaba a asistir a gran número de Congresos nacionales e internacionales en los que la GH era el objeto del debate. Uno de estos Congresos tuvo lugar en Marrakech, en 1989, y allí fuí con mi esposa. Nos alojaron en un antiguo palacio de los muchos que los Reyes de Marruecos tienen en el país, reconvertido en uno de los hoteles más lujosos del mundo: La Mamounia. A lo largo de mi vida me he alojado en muchos hoteles en todo el mundo, de elevada categoría, pero sinceramente nunca conocí un hotel tan impresionante como aquél de Marrakech.
El lujo dominaba todo, jardines impresionantes, fuentes, espacios internos exquisitamente decorados…
Comedores superlujosos con cantidad de camareros continuamente atendiéndote y ofreciéndote todo tipo de platos…
En fin, aquel hotel y sus atenciones eran algo muy superior a lo que anteriormente había disfrutado en otros lugares. Pero salías de él y entrabas en el caos. Creo que no hay otra palabra para describir mejor aquel mundo tan ruidoso, lleno de vendedores que te acosaban ofreciéndote todo tipo de baratijas bajándote y bajándote el precio hasta que desistían al ver que no hacías caso. Y no uno, si no 5, 10, 15… que te rodeaban y aturdían. Torres humanas, música árabe interpretada por múltiples grupos diferentes. Ruido y más ruido, y olores de todo tipo procedentes del gran número de puestos ambulantes de comida que en la plaza central existían. Allí mismo freían, asaban, todo tipo de carnes, nada que ver con la comida del hotel. Otros hacían su negocio ofreciéndote una foto con animales, monos, cobras… aturdimiento total. Alguien del grupo invitó a que alguno posase, si era capaz, con una cobra al cuello. Lo hice, con más miedo que vergüenza, aunque suponía que el animal era inofensivo ya que de no ser así no lo permitirían.
Al parecer, el que la cobra no te picase se debía a que previamente les habían vaciado el veneno de sus dientes. Sin embargo, muchos años más tarde, hace ahora dos aproximadamente, leí que en esa plaza de Marrakech había fallecido casi instantáneamente uno de los que vendía tu imagen con la cobra, al ser picado por el animal que iba a colocar en el cuello de algún turista.
Como era imposible el recorrer la ciudad y conocer cómo vivían, en cuanto detectaban la presencia de algún turista se te acercaban guías dispuestos a enseñarte lo más significativo o interesante de esa ciudad y su tipo de vida. así fue como decidimos contratar los servicios de un guía que hablaba español perfectamente, era un chico de unos treinta años, amable, servicial y Licenciado en Historia según nos dijo. Gracias a él pudimos entrar (y salir) en las callejuelas estrechas que eran un auténtico laberinto, tres-cuatro metros de ancho y casas y más casas (casuchas más bien) que se te venían encima a ambos lados.
Como el guía en cuestión había sido tan amable decidimos invitarle a cenar con nosotros en un pequeño restaurante sobre la plaza, la última noche que nos quedábamos en Marrakech.
A la cena asistieron también el Director de Serono España y su esposa. Y en esa cena saltó la bomba…, hablando y hablando, escuchando más bien al joven marroquí, éste empezó a decirnos que España había usurpado territorio de su país, territorio al que llamó Al-Andalus, y que éste antes o después sería recuperado. Ese territorio no solo incluía Ceuta y Melilla, sino que entraba en la península y llegaba hasta Aragón y Castilla y León. O sea, solo el Norte y Cataluña parecían quedar al margen de lo que se pretendía recuperar.
¿Tiene todo esto algo que ver con la situación planteada inicialmente?. Espero que no, pero la idea está ahí y por lo que parece cada vez es más clara. Han pasado 34 años desde aquella cena y aquellas palabras y han ocurrido muchas cosas desde entonces. Espero equivocarme.
Prof. Dr. Jesús Devesa