Por canibalismo se entiende, aunque todos deben conocerlo, el acto de comer individuos o individuas de la misma especie. Es algo que en tiempos atrás aparentaba o podría ser un mecanismo de defensa inter-tribal, algo que todavía hoy parece darse entre tribus que viven en lugares recónditos y que podría entenderse como un sistema de eliminar no solo el cuerpo si no también el espíritu del enemigo. Realmente lo desconozco, pero existió desde miles de años atrás y existe todavía. Me refiero a la especie humana. Sin embargo también podría significar un sistema de ingesta de principios inmediatos, aquéllos que son clave para el desarrollo y mantenimiento del individuo, en poblaciones carentes de una alimentación necesaria y adecuada. En este caso hablaríamos de un acto fisiológico, aunque no lo parezca. Otro tipo de canibalismo es el que se da en sujetos con mentalidad sumamente patológica capaces de comerse a aquél o aquélla a quienes previamente han asesinado. Por supuesto este caso es algo extremo pero se da, afortunadamente muy raras veces, y su significado ya no sería fisiológico si no el reflejo de una mente extraordinariamente alterada cuyo único fondo es el odio profundo hacia el o la que previamente han matado; de esta forma conseguirían (o eso creen, supongo) su desaparición total de este mundo y otros (si los hay).
Inicialmente planteaba que el canibalismo era un acto fisiológico, de supervivencia, y no me refiero ya a la especie humana porque no tengo datos, salvo el caso de aquél grupo de chilenos que tras sufrir un accidente de aviación en Los Andes, tuvieron que acabar comiéndose los cadáveres de los compañeros fallecidos para poder subsistir hasta que fueron rescatados. Así lo narraron ellos mismos.
Pero voy a hablar de la fisiología del canibalismo porque es algo que he vivido, por desgracia, en diversos tipos de animales.
Eran los años 80, principios de esa década. Mi esposa Ana y yo éramos unos absolutos enamorados de los perros y poco a poco montamos un gran criadero, perfectamente instalado y atendido, en el que habíamos llegado a tener 80 parejas de perros de distintas razas. Todos ellos de gran calidad; no en vano habían sido, ellos o sus descendientes, campeones de España y Portugal. El criadero era muy conocido en toda España y los cachorros de las distintas razas se reservaban, a veces, con meses de antelación. Por dar un dato real, el precio de cada cachorro oscilaba entre 200 y 250 euros (entre 30.000 y 45.000 pesetas de aquella época), y alguno de los progenitores nos había costado 4.500 euros, más o menos. El coste de mantenimiento de todo aquello era muy alto, como es lógico, pero aparte del placer que nos producía la crianza de aquellos ejemplares, el rendimiento económico compensaba con creces, incluso pese a que disponíamos de dos trabajadoras de la zona que a lo largo del día se dedicaban a la limpieza de las instalaciones, alimentación, etc.
Pero un día todo empezó a volverse mal. Paulatinamente habían disminuido los partos y en aquellas parejas de las que nacían cachorros el número de estos iba disminuyendo según pasaban los días. No había explicación, salvo que algún lobo o alimaña de los alrededores entrase de noche en la finca de 20.000 m2, pese a estar totalmente vallada, y se llevase a las crías que tras haber nacido iban desapareciendo. Me volvía loco buscando una explicación y, también, devolviendo el dinero de las reservas de crías ya efectuadas. Todo ello con gran desesperación de mi esposa, mía y de las trabajadoras que también sentían un gran cariño por los animales que allí teníamos.
La explicación a lo que estaba ocurriendo la encontré, por desgracia, cuando una tarde entré en una de las casetas de cría para ver cómo estaban 6 cachorros de setter irlandés que habían nacido dos días antes. Y ahí vino la sorpresa. La madre de los cachorros se estaba comiendo a una de las crías, y así día tras día hasta que solo quedó una. ¿Qué está pasando?, ¿cómo es posible que las madres se coman a sus crías?. Dándole vueltas al tema en busca de una explicación me acordé de algo que había vivido en mi época de alumno de Medicina. Estudiaba segundo de carrera y en la Alameda de Santiago había comprado a un vendedor ambulante una gran rata blanca a la que llevé en una jaula a mi habitación en el Colegio Mayor Fonseca, donde entonces me alojaba. Poco después de aquello la rata dio a luz 8 crías, pero tres o cuatro días después con mis propios ojos ví como el animal se estaba comiendo a una. Y así hasta que la camada desapareció por completo. La madre se había comido a todas sus crías. ¿Cómo podía ser?. Analizando lo ocurrido recordé entonces lo que en Fisiología nos había explicado el inolvidable Profesor Ramón Domínguez, maestro y luego amigo con el que tuve la suerte de trabajar después durante el resto de su vida académica. «La rata es una especie en la que siempre se busca mantener el 100% del peso ideal, con las adecuadas proporciones de los distintos principios inmediatos.» Ahí estaba la explicación de lo ocurrido, algo que años más tarde me sirvió para publicar cuatro interesantes trabajos científicos. Seguro que la alimentación que yo le daba a aquel animal que tenía en mi habitación del C.M. Fonseca era insuficiente e inadecuada, con lo que la rata se comía a una cría para poder seguir alimentando a las otras y a sí misma. Y así hasta que acabó con toda su descendencia: Espíritu de supervivencia.
El recuerdo de lo ocurrido con aquella rata pocos años atrás me hizo entender qué estaba ocurriendo con mis perros. O no tenían crías porque la alimentación no era la adecuada o si las tenían se las iban comiendo para poder alimentar a las que quedasen y a la propia madre al final. Pero, ¿por qué?. Pues pronto apareció la explicación. Pocos meses antes habíamos cambiado la alimentación en el criadero adquiriendo un pienso recién fabricado por una empresa de Madrid que, aunque caro, en teoría era la alimentación perfecta para nuestros animales. así nos lo habían vendido. Se me ocurrió entonces el hacer un análisis de la composición del pienso en cuestión, algo que pude conseguir con total certeza científica gracias a dos compañeros y amigos de la Facultad de Veterinaria de Lugo. El resultado fue espeluznante: el pienso en cuestión solamente tenía un 4% de proteína. Así se entendía el que las madres se comiesen a las crías para poder disponer de las proteínas necesarias para seguir alimentando a la camada o, en último término, a ellas mismas. En fin, una estafa integral que denuncié a través de un prestigioso abogado de Santiago. La denuncia se hizo y de hecho, pocos meses después, un estudiante de Derecho al que conocía íntimamente desde mi infancia en Vigo, me comentó que un catedrático y juez había comentado el caso en clase concluyendo que siempre había que denunciar cualquier tipo de estafa. El resultado del juicio y la indemnización correspondiente parecían claros; sin embargo pasaron días, meses y no había noticias. Fuí entonces a ver a la ayudante del abogado en cuestión y ésta me dijo que la denuncia como tal se había archivado ya que el abogado la había retirado. ¿Cómo es posible?. Pues muy sencillo, la empresa de Madrid le había pagado quién sabe cuánto al sinvergüenza aquél para que retirase la denuncia. Así me lo confirmó la que había sido su ayudante pocos años después, añadiendo que a raíz de aquello ella había abandonado aquel que era un prestigioso despacho. Ya no pude hacer nada más, porque el pájaro aquél había fallecido poco antes de conocer yo la verdadera historia.
En fin, tuvimos que vender los perros, la finca y empezar una vida distinta. Todo por culpa del canibalismo que, como se ve, es algo fisiológico. Aquí y ahora llevamos camino de que ese canibalismo, no fisiológico en este caso, también se produzca, pues parece que menos de media España quiere comerse y hacer desaparecer al resto, mayoritario. También las crías eran mayoritarias, pero acabaron como acabaron.
2 respuestas a “Canibalismo: un acto fisiológico.”
Increíble. No tenía ni idea del problema del peso y de las consecuencias.
un diez